domingo, 2 de febrero de 2014

TOMÁS DUCÓ: MUCHO MÁS QUE UN ESTADIO

Anteayer, viernes 31, se cumplieron 50 años de la muerte de Tomás Adolfo Ducó, quien dio al Club Atlético Huracán su período de mayor crecimiento ‒incluido un patrimonio que en lo esencial no se ha modificado más de 60 años después‒, protagonizó anécdotas que pintan a un dirigente deportivo fuera de lo común y también dejó su sello singular en la vida política de la Argentina.
Nacido el 20 de septiembre de 1901 en el seno de una familia porteña de clase media, en abril de 1916 fue admitido como socio por el club de Parque de los Patricios, fundado a fines de 1908 y que desde 1914 jugaba en Primera División.
Menos de seis meses después de su ingreso al club, Ducó fue el volante central (entonces se decía “centre-half” o “centrojás”) del equipo de quinta división que ganó la Copa Competencia al derrotar en la final a Independiente por 3-1.
Pronto dejó el deporte federado para ingresar en el Colegio Militar de la Nación, pero ni los años allí ni sus primeros destinos como oficial del Ejército lo alejaron del todo del Globo.
Huracán había sido uno de los clubes más campeones de la era amateur, con cuatro títulos, sólo superado por Racing Club y Boca Juniors (también por Alumni, que se disolvió en 1912, y Lomas, que abandonó la práctica del fútbol en 1910). Pero en mayo de 1931, al declararse el profesionalismo, se habían retirado casi todas sus figuras y su gran goleador, Guillermo Stábile, había ido a jugar a Italia tras el Mundial de 1930, del que fue máximo artillero.
Exitoso en la cancha, Huracán, sin embargo, no era poderoso económicamente: con apenas 2.000 aportantes, era el octavo entre los 18 clubes fundadores de la Liga profesional por cantidad de socios, muy lejos de los 4.800 que tenía el séptimo.
Destinado en La Plata, el joven teniente Ducó descubrió un promisorio centrodelantero en Villa Albino, un modesto club de la liga amateur de la cercana Ensenada, y mandó un soldado a buscarlo. Ese futbolista era Herminio Masantonio, quien debutaría con dos goles en la primera fecha profesional y llegaría a ser el máximo ídolo del Globo y su mayor goleador histórico.
A partir de ese hallazgo, Ducó comenzó a tallar fuerte en la vida interna de Huracán y en 1938 se convirtió por primera vez en su presidente, cargo que revalidó seis veces de manera consecutiva (entonces las autoridades del club se renovaban todos los años).
El crecimiento de Huracán en esos años fue extraordinario: en 1940 ya era el cuarto club por cantidad de socios (16.385, sólo menos que Boca, River Plate y San Lorenzo de Almagro), e inauguró su sede social. Y en 1941 compró el terreno de la cancha, que alquilaba desde 1924, y comenzó a construir un nuevo estadio.
En 1942, cuando la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) resolvió diferenciar a sus clubes afiliados según su poderío, Huracán fue uno de los seis que gozaron de voto triple. Esa medida, que se mantuvo hasta 1946, es el único parámetro objetivo que existió para considerar “grandes” a ciertas instituciones. Por esa época, Ducó fue vicepresidente de la AFA.
Mientras tanto, el presidente del club de Parque de los Patricios hacía gala de un carácter rudo: en 1938 estuvo a punto de retirar al equipo en el entretiempo de un clásico con San Lorenzo porque el árbitro había expulsado a dos jugadores del Globo y en 1941 agredió al juez tras una derrota con Boca. En ambos casos, el referee fue el legendario Bartolomé Macías, otra figura de fuerte personalidad.
En 1943, siendo ya teniente coronel, Ducó formó parte del Grupo Obra de Unificación (GOU), la logia secreta formada por un puñado de oficiales del Ejército que contribuyó decisivamente al derrocamiento del presidente Ramón Castillo, el 4 de junio de ese año. Según algunos historiadores, el presidente de Huracán fue uno de los cinco oficiales que ese día dirigieron la movilización desde Campo de Mayo de las tropas que ocuparon la Casa de Gobierno. Tras el golpe de estado, Ducó asumió brevemente la intervención de Lotería Nacional y la Federación de Básquetbol, y logró que se designara a un expresidente de Huracán, Jacinto Armando, al frente de la AFA.
Enseguida, la posición de la Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial haría aflorar diferencias entre los artífices del gobierno de facto y el 24 de febrero de 1944 el general Pedro Pablo Ramírez dejó la Presidencia en manos de su vice, el general Edelmiro Farrell. Cinco días después, Ducó sublevó el Regimiento de Infantería 3, que comandaba, e intentó copar la ciudad de Lomas de Zamora, en el conurbano bonaerense, pero a las pocas horas, sin todos los apoyos que había imaginado, debió rendirse. Fue pasado a retiro y estuvo algún tiempo preso en la isla Martín García, por lo que no pudo postularse en 1945 a un nuevo mandato como presidente de Huracán.
Mientras tanto, el club siguió creciendo: en 1945 llegó a tener 23.083 socios y en 1947 inauguró el “palacio de cemento”, el quinto estadio construido con ese material en la Argentina -luego de los de Independiente, River, Boca y Banfield-, aun cuando en 1946 fue intervenido durante unos meses por el gobierno sin motivo aparente, excepto la obvia represalia al alzamento de su hombre fuerte.
Ducó volvió a presidir el club de Parque de los Patricios en 1949 y en 1952-54, y siguió teniendo lo que el ambiente del fútbol llama hoy “peso en la AFA”. A fin de 1949, Huracán debió jugar una final con Lanús para evitar el descenso. Tras un triunfo de cada uno, los jugadores de Huracán abandonaron el tercer partido, disgustados por un fallo del árbitro. La AFA ordenó jugar otro encuentro y esta vez los que se retiraron de la cancha fueron los futbolistas del equipo granate, que fue castigado con la pérdida de la categoría.
Algunos testimonios revelan que el carácter de Ducó no se moderó con el paso del tiempo. Carlos Scherl, quien jugó en Huracán, relató años atrás que a fines de 1951, el presidente lo llamó para decirle que debía pasar a Argentinos Juniors como parte del pago por el pase de dos jugadores provenientes de esa entidad. “Como me puse firme y me negué -dijo Scherl-, se enojó y me amenazó: 'Te vas a cosechar uvas'. Me tuve que volver a Mendoza, a jugar un año a préstamo en Argentino. Pero debo reconocer que resultó un gran presidente y que después de su mandato, Huracán cayó en una progresiva decadencia.”
Otro futbolista de esa época, Juan Romeral, afirmó que una vez Ducó lo recibió “sacando un revólver de uno de los cajones y poniéndolo sobre su escritorio”. Ése “era un recurso que siempre utilizaba a la hora de discutir algo con los jugadores, con la intención de intimidarnos”, agregó.
En 1952, Huracán recibió a River en la antepenúltima fecha del torneo con la posibilidad de alcanzarlo en la punta si le ganaba. El primer tiempo terminó empatado en un gol. En el descanso, Ducó anunció por los altoparlantes del estadio que el Globo había contratado para la temporada siguiente a cinco jugadores de Estudiantes de La Plata, incluidos su goleador histórico, Manuel Pelegrina, y el arquero Gabriel Ogando y el delantero Ricardo Infante, entonces integrantes del seleccionado argentino. “¿Cómo se hubiese justificado semejante operación si hubiésemos salido campeones?”, evocó amargamente Romeral, y remató: “El presidente había hecho su negocio y nosotros no podíamos ganar ese partido ni salir campeones”. Según Romeral -que no jugó ese partido-, para salirse con la suya, Ducó dio la charla técnica en el entretiempo, relegando al entrenador, Pablo Bartolucci. “Dio todas las indicaciones al revés; la confusión que había entre los jugadores...” A los 14 minutos, Huracán ya perdía 5-1 y el encuentro terminó 7-1.
Ducó falleció el 31 de enero de 1964, en el Hospital Militar de Palermo, y desde el 23 de septiembre de 1967 el estadio de Alcorta y Luna lleva su nombre. Si bien en 1985 Huracán recibió el terreno donde levantó el campo de deportes Jorge Newbery (“La Quemita”) y el año pasado un amplio lote aledaño al estadio, estas dos superficies fueron cedidas de manera precaria, de modo que, en lo esencial, el patrimonio del club sigue siendo el que legó Ducó.

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