Un expresidente de un país vecino llega a Buenos Aires. Como
es usual, le programan varias entrevistas breves con periodistas locales. Llego
a la cita diez minutos antes de la hora fijada y me sorprende verlo de pie en
el lobby del hotel, con una actitud similar a la de quien viaja por primera vez,
mezcla de aturdimiento y desorientación. Me presento y él, con la mayor
modestia, pide autorización para sentarnos ante un pequeño escritorio, en un
rincón del hall. Cuando estamos por empezar la conversación, llega la encargada
de prensa y pide disculpas por haberse retrasado media hora. Allí me entero de
que yo era el tercer periodista citado y, pese a mi puntualidad, deberé esperar.
Cuando llega mi turno, ya ubicados en un salón del primer piso, apoyo sobre la
mesa mi equipaje usual: el cuaderno de apuntes y, debajo de éste, el libro que
estoy leyendo. Entonces, el hombre de Estado que venía empeñando las reservas
de su caballerosidad y su oficio para disimular sin demasiado éxito su
irritación por la alteración de la agenda, deja paso al intelectual que también
es y, con un brillo en los ojos que no había tenido hasta ese momento, me
pregunta:
‒ ¿Qué está leyendo?
‒ Travesía liberal,
de Enrique Krauze. Un poco tarde, porque lo publicó hace 11 años ‒trato de
disculparme.
‒ Enrique es un escritor estupendo y uno de los más grandes
intelectuales de América latina. Y aparte, un gran tipo ‒se entusiasma el
visitante ilustre.
‒ No lo conozco personalmente. Además, tiene una excelente
pluma ‒me engancho.
‒ Es un buen amigo. Lo curioso es que es ingeniero. Los
ingenieros normalmente son de numeritos ‒se divierte.
‒ Pero también son tipos que tienen una estructura muy
lógica de pensamiento ‒me animo.
‒ Es extraordinario. Enrique es fantástico. Ha escrito cosas
muy buenas. Redentores es muy bueno.
‒ Redentores lo
leí. Y también El poder y el delirio.
‒ Claro, son excelentes.
Así empezó mi entrevista de ayer con Julio María
Sanguinetti. Después, inevitablemente, la conversación se derivó a los temas
previsibles: América latina, sus desafíos, la democracia, la economía,
Venezuela, el Mercosur, las deudas en materia de educación, desarrollo e
inclusión social, las oportunidades perdidas. Pero antes, el hombre que ha
leído cientos, o tal vez miles, de libros y que ha respondido automáticamente cuestionarios
breves a cientos, o tal vez miles, de periodistas desconocidos, no puede evitar
la irresistible fascinación que, para algunos, todavía ejercen los libros.
PD: Muchas gracias a Alejandro Santa Cruz por la foto.
Muy buena anécdota. Son las cosas que quedan de una entrevista de agencia y las que son preciadas en una nota más amplia, donde es necesario, afortunadamente, pintar al personaje entrevistado.
ResponderBorrarGracias, Dani. Como decíamos ayer con mi Viejo: uno de los pequeños privilegios que nos ofrece cada tanto este bendito oficio.
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