A falta de Fito Páez, esta vez fue su colega Víctor Heredia
quien, tras una derrota electoral del kirchnerismo, dio una muestra de
intolerancia y de rechazo implícito a las reglas de la democracia al
descalificar a la inmensa mayoría de ciudadanos que, teniendo el mismo derecho
que él a elegir en las urnas, prefirieron a otros candidatos.
Pero Heredia fue el lunes más allá de donde había ido hace
dos años Páez al decir que “la mitad de Buenos Aires” le daba “asco” por haber
preferido a Mauricio Macri como jefe de gobierno de la Ciudad y no al candidato
kirchnerista, que era el senador Daniel Filmus.
Porque, a diferencia de Páez, Heredia sí tiene formación
política, pues militó en el Partido Comunista hasta fines de los ’70 y ayer
mismo ratificó que sus “convicciones políticas pasan por el marxismo”.
Además, la suya no fue una expresión más o menos abstracta
de su decepción por el resultado electoral, como la de Páez hace dos años, sino
más argumentada: según Heredia, el
76,76 por ciento del electorado porteño que votó por candidatos a senadores
nacionales distintos de los postulados por el kirchnerismo lo hizo presa de una
“injusta miopía” y por haber escuchado “a los traidores”, y, como resultado,
“se perdieron al político argentino que salvó a la educación”, en obvia
referencia a Filmus.
Lo que Heredia no explicó es cuándo ni cómo, a su juicio,
Filmus “salvó a la educación”.
¿Habrá sido entre 1989 y 1992, cuando fue director general
de Educación (cargo equivalente al de ministro) de la Ciudad de Buenos Aires,
con Carlos Grosso como intendente municipal y Carlos Menem como presidente de
la República?
Tal vez no, dado que el hecho más recordado de aquella
gestión es el de la escuela-shopping,
que consistió en la transformación de la planta baja de un edificio escolar
histórico, a una cuadra de la estación Once del ferrocarril, en 17 locales
comerciales, en una decisión sospechada de corrupción y denunciada por el
entonces joven concejal opositor Aníbal Ibarra.
Pronto se resintió la estructura del edificio y se
abandonaron las obras de remodelación prometidas para el colegio. Sólo dos
décadas después, en 2011, la Legislatura de la Ciudad sancionó una ley que
ordenó el desalojo de los comercios y restaurar el edificio. Poco después,
Grosso fue sobreseído definitivamente al prescribir la causa en la que se
¿investigó? el caso. Filmus, más afortunado, no fue procesado.
¿Habrá sido entonces entre 1992 y 1996, cuando fue asesor del
Ministerio de Educación nacional, con Susana Decibe como viceministra, Jorge
Rodríguez como ministro y Menem como presidente?
En esa época fue, junto a Decibe, uno de los principales
autores e impulsores de la Ley Federal de Educación sancionada en 1993, que,
entre otras cosas, reestructuró los niveles de la enseñanza, transformando la
primaria de siete años y la secundaria de cinco en las llamadas “educación
general básica” de nueve años y “polimodal” de tres, aunque sólo seis años de
la primera se dictarían en los viejos colegios primarios, y los otros seis, en
los antiguos secundarios.
Tal vez haya sido en ese período cuando el actual senador
saliente “salvó a la educación”, porque el oficialismo de aquellos días ‒en el
que militaban tantos que hoy son fervorosos kirchneristas‒ consideró exitosa la
reforma, a tal punto que cuando Rodríguez fue promovido a la Jefatura de
Gabinete, Decibe quedó a cargo del ministerio hasta 1999 y Filmus fue
consagrado como su jefe de asesores.
¿O habrá sido entre 2000 y 2003, cuando fue secretario
(equivalente a ministro) de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, ahora
autónoma y con... ¡Ibarra! como jefe de gobierno?
Difícil, porque, a tono con la profunda crisis que sufría el
país, la educación pública porteña vivió un período dominado por la caída de
los sueldos de los docentes y el deterioro de los edificios escolares por falta
de mantenimiento. En ese contexto, la Secretaría autorizó a los concesionarios
de los comedores de los colegios a ajustar los menús “a la grave situación
financiera”. A las consiguientes protestas por la creciente cantidad de niños
mal alimentados, Filmus respondió: “A la escuela se viene a aprender, no a
comer”.
¿Habrá sido, finalmente, entre 2003 y 2007, cuando fue
ministro de Educación con Néstor Kirchner como presidente?
Podría ser, pues fue en esa época cuando descubrió que la reforma por cuya
sanción tanto se había esforzado en tiempos de Menem no había resultado tan
satisfactoria como la imaginó y, ya que había acumulado oficio para ello,
impulsó la Ley de Educación Nacional que el Congreso sancionó a fines de 2006
para reemplazar a su creación anterior, la Ley Federal de Educación.
“Filmus afirma en un reportaje reciente que la reforma de
los ’90 acentuó la cantidad y no la calidad, a pesar de que él mismo fue parte
de nuestro equipo de gestión y compartía la visión y la política”, se quejó durante
el debate previo, con toda lógica, su antigua jefa Decibe.
Por cierto, la actualización doctrinaria de Filmus del menemismo al kirchnerismo
‒no exclusiva de él, como quedó dicho‒ torna cuanto menos paradójico el
antagonismo que Heredia planteó entre el exministro y quienes no lo votaron por
haber escuchado “a los traidores”.
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