Igual que el argentino, el sistema de
gobierno establecido para la República del Perú por su Constitución Política se
basa en el principio de la separación de poderes, que también allí son el
Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, hay algunas diferencias
que es preciso conocer para comprender este artículo: el presidente tiene un
mandato de cinco años y no puede ser reelecto inmediatamente, y hay dos
vicepresidentes, que son elegidos junto al mandatario y pueden ser
simultáneamente legisladores, pero ninguno de ellos preside el Congreso
unicameral.
El 28 de julio de 2011 asumieron sus
cargos el presidente, Ollanta Humala; la primera vicepresidenta, Marisol
Espinoza, y el segundo vicepresidente, Omar Chehade.
A diferencia de Espinoza, que
pertenece al Partido Nacionalista Peruano (PNP) fundado y liderado por Humala,
Chehade integró la fórmula como figura extrapartidaria. Se trata de un joven
abogado ‒tenía 40 años cuando fue electo y cuando asumió el cargo‒ sin
militancia política conocida, que había ganado notoriedad como consultor de la
Procuraduría Anticorrupción, donde le tocó actuar en los casos del expresidente
Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, luego presos por delitos de
corrupción y lesa humanidad.
Al momento de postularse, no pesaba
sobre Chehade ninguna sospecha, ni por la compra irregular de automóviles ni
por ningún otro motivo.
Tanto durante la campaña como en el
período de transición desde la consagración electoral e incluso en los primeros
días de gobierno, Chehade fue uno de los principales voceros de la coalición
oficialista Gana Perú, aun más que Espinoza, que tuvo un perfil más bajo.
Sin embargo, a poco andar comenzaron
los problemas. El 15 de octubre ‒es decir, apenas dos meses y medio después de
haber asumido‒, el prestigioso sitio web IDL
Reporteros denunció que a comienzos de ese mes, Chehade había organizado
una comida para que un hermano y un amigo suyos pidieran a tres altos jefes de
la Policía Nacional que desalojaran ilegalmente la azucarera Andahuasi, en
conflicto judicial y administrada por sus trabajadores, para que pudiera tomar
su control el poderoso grupo empresario Wong. La denuncia fue ratificada a las pocas
horas, por televisión, por uno de los oficiales involucrados.
Dos días después, el 17, el
presidente del Congreso, el oficialista Daniel Abugattás, afirmó: “Se tienen
que hacer las investigaciones del caso y tendrá que pasar a la Comisión de
Ética” del parlamento. El 20, el propio Humala aseguró que respaldaba
“totalmente” la investigación que ya había iniciado el Ministerio Público y
advirtió que, de acuerdo con el resultado que arrojara esa indagación, “cada
quien asumirá su responsabilidad”.
El 3 de noviembre, Chehade debió
comparecer ante la Comisión de Ética del Congreso (“Tengo la conciencia muy
limpia”, dijo). El 6, por televisión, Humala manifestó que su vice “haría bien
en dar un paso al costado”. El 7, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales
del parlamento declaró procedente la denuncia contra Chehade por los delitos de
patrocinio ilegal, cohecho activo, falsedad genérica y tráfico de influencia.
El 8, Chehade informó en un comunicado que no ejercería la función de segundo
vicepresidente mientras duraran las investigaciones de la Fiscalía y tres
comisiones parlamentarias, pero sostuvo que no consideraba “pertinente”
renunciar porque era “inocente”. El 10, fue suspendido como miembro de la
bancada de Gana Perú, mientras una encuesta privada revelaba que 70,1 por
ciento de los peruanos opinaba que debía dimitir. A esa altura, ya lo
investigaba también la Comisión de Fiscalización del Congreso. El 15, la
Comisión de Ética recomendó por unanimidad la máxima sanción posible
(suspensión por 120 días sin goce de haberes) para Chehade en su condición de
congresista mientras continuaran las investigaciones. El 28, Chehade debió
comparecer ante la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales y pidió
“disculpas a la Nación” por haber cometido “un error político” que atribuyó a
su “poca experiencia”.
El 7 de diciembre, la misma
Subcomisión emitió un dictamen ‒que debería ser primero aprobado por la
Comisión Permanente y luego votado por el pleno del Congreso‒ aconsejando la
destitución de Chehade como congresista y su inhabilitación para ejercer cargos
públicos por cinco años. El 16 de enero, Chehade presentó al Congreso su
renuncia “irrevocable” al cargo de segundo vicepresidente, “en aras de no
causar perjuicio a la buena imagen del gobierno”. El 31, finalmente, el pleno
del Congreso aceptó sin debate y por unanimidad esa dimisión.
Pese a que el 17 de enero, en una
decisión dividida (13 votos a 12), polémica y sorpresiva, la Comisión
Permanente del Congreso rechazó el dictamen que recomendaba la destitución y la
inhabilitación de Chehade, con lo cual aseguró su permanencia como legislador y
cerró el camino al desafuero, en poco más de tres meses desde que tomara estado
público la denuncia se abrieron investigaciones judiciales y parlamentarias, y
se resolvió políticamente un caso resonante con un mensaje inequívoco en
materia de lucha contra la corrupción.
Y por casa, ¿cómo andamos?
Existe un error en su columna pues se demostró meridianamente que el amigo no estaba al corriente de los hechos ilegales imputados por lo cual fue excluído de acusación al respecto. En todo caso la afirmación de la columna respecto a este extremo es ligera por lo sería correcto rectificar esa afirmación...!
ResponderBorrarEstimado León: no afirmo en mi nota que Chehade estuviera al corriente de los hechos ilegales que se le imputaron. Solo describo cuáles fueron los hechos públicos en relación con esa denuncia hasta su dimisión del cargo de vicepresidente y cómo "se resolvió políticamente" (no judicialmente) el asunto, que es lo que me parecía relevante a efectos de compararlo con el caso del vicepresidente de la Argentina. Muchas gracias por tu comentario.
ResponderBorrar