sábado, 2 de noviembre de 2013

SARMIENTO Y ALBERDI: RECUERDOS DEL FUTURO



Si algo distingue a las grandes personalidades, en cualquier época, es su capacidad para anticiparse a los tiempos y ver aquello que la mayoría advertirá mucho después, acaso sólo cuando sea inevitable. Sin duda, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) y Juan Bautista Alberdi (1810-1884) han respondido con creces a esa privilegiada caracterización.
En el caso del sanjuanino, está claro que ni siquiera sus extensas Obras completas, reeditadas durante 2001 en 53 tomos que se vendían con estantería incluida, alcanzan a abarcar todas sus obsesiones.
Una de ellas fue el incansable impulso al desarrollo de las telecomunicaciones, expresado en decenas de artículos y cartas, como la que escribió a Valentín Alsina el 12 de noviembre de 1847, dos meses después de haber llegado por primera vez a los Estados Unidos tras su larga gira europea. Decía entonces: “Cuando en 1847 se hacían en Francia, entre Ruan y París, los primeros ensayos, la prensa anunciaba la existencia de 1.635 millas de telégrafos en los Estados Unidos; cuando yo llegué había 3.000 millas (...) Hoy habrá 10.000 millas, y dentro de poquísimos años, medirán las mismas 80.000 millas que recorre la posta”.
Un año y medio después, ya de regreso en Chile, aseguraba en un artículo: “Diez mil millas de telégrafos se realizan en un año... Así se progresa, así la América se hace la realización, la última palabra de la civilización”. Como seguramente sabía con qué bueyes araba, en el mismo texto señalaba: “Tenemos una fatal cordura que nos hace mirar de reojo los progresos y las innovaciones, pero debiéramos adoptar, sin vacilar, aquellos que tienen la sanción de la experiencia”. Y advertía que, de lo contrario, “la América del Sur será siempre el resto vivito del siglo XV, de la Edad Media, de la barbarie. Quien quiera ver cómo fueron los pueblos primitivos, tome un vapor y venga a recorrer nuestros países. Vanidad, mentira y miseria”.
El aporte de Sarmiento al desarrollo de las telecomunicaciones no fue sólo intelectual. En 1870, cuando llevaba dos años como presidente de la Nación y hacía 15 que se había realizado la primera comunicación telegráfica en la Argentina, había instaladas en el país 129 millas de líneas que transmitieron ese año 6.440 telegramas. Al concluir su mandato, cuatro años después, la red había crecido 3.114 por ciento, a 4.146 millas –incluido el tramo trasandino hasta Valparaíso–, y el tráfico, 3.974 por ciento, a 262.376 telegramas.
El 5 de agosto de 1874, dos meses y siete días antes de traspasar la Presidencia a su sucesor, un Sarmiento eufórico inauguraba el enlace telegráfico entre Buenos Aires y Europa, a través de Montevideo y Río Branco, en Uruguay, y varias ciudades brasileñas hasta Pernambuco, que era el extremo americano del cable submarino transatlántico que conectaba con Lisboa, en Portugal. En su discurso, enviaba “un saludo cordial a todos los pueblos, que se hacen, por el intermediario del cable, una familia sola y un barrio”. ¡Una familia sola y un barrio! Faltaban 90 años para que Marshall McLuhan hablara por primera vez de la “aldea global” en su libro Understanding media, y 118 para que Arthur C. Clarke definiera que “la Tierra es una” en su obra How The World Was One.
Con respecto a Alberdi, vale recordar que en 1844, el año inicial de su largo exilio en Chile, publicó varios artículos –además de su tesis doctoral– para defender la conveniencia de que se formara en el Cono Sur una unión aduanera y comercial basada en “el sistema de relaciones mutuas a que nos llaman nuestra situación territorial, nuestras analogías y nuestro pasado”.
Para el tucumano, los miembros de ese bloque debían ser “los países de mayor conexión en su suerte política con el curso de los negocios argentinos, como el Estado oriental [Uruguay], Brasil, el Paraguay, Bolivia y Chile”. Ni más ni menos que los integrantes del actual Mercosur –al margen del recientemente sumado Venezuela–, pues los tres primeros, junto a la Argentina, son miembros plenos, en tanto Bolivia y Chile son estados asociados.
Y antes de 1850, frente al avance de los Estados Unidos en el comercio global, Alberdi proponía reelaborar la política exterior argentina “sobre principios nuevos”, entre los que destacaba “obrar una revolución completa en las ideas internacionales tenidas hasta hoy respecto de la Europa y de los otros estados de América” y “renunciar a las falsas y pueriles ideas de familia continental”. Más de ciento cincuenta años después, lo que está en discusión es exactamente lo mismo.

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Esta nota fue publicada por la revista Primera Fila en marzo de 2009.

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