Hace algunos años, en una conversación informal ‒y rigurosamente off the record‒, uno de los empresarios más grandes de la Argentina me confesó que, desde hacía mucho tiempo, antes de llevar a la práctica ciertas ideas o tomar determinadas decisiones, las consultaba con un vidente o un médium. Para mí fue toda una revelación. No porque creyera que una persona con tales cuotas de poder y responsabilidad fuera incapaz de semejante práctica, sino porque si hay algo de lo que no se habla en la Argentina, al menos entre la alta dirigencia, es precisamente de eso.
Ni los dirigentes ‒políticos, gubernamentales, sindicales, empresariales‒ lo admiten, ni los periodistas, a menudo tan afectos a los datos de color que sirvan para humanizar nuestras crónicas, hurgamos en ese aspecto de la vida de ciertas figuras. Como si hubiera una especie de pacto tácito. Pero que los hay, los hay. Hay los videntes, los médiums y, en definitiva, esa clase de asesores a los que en forma genérica ‒y también despectiva‒ llamamos brujos. Y si los hay, es porque también hay quienes los consultan.
¿Qué lleva a líderes políticos o empresariales, que
resuelven cotidianamente cuestiones sin duda terrenales y tienen, además de su
propia experiencia, ejércitos de asesores especializados, a buscar una guía de
tipo sobrenatural para sus decisiones? Desde hace mucho tiempo creo que si algo
angustia a la absoluta mayoría de los seres humanos, eso es la duda. No solo la
existencial, que muchos resuelven a través de la fe ‒incluso los ateos, que
creen en la inexistencia de Dios con argumentos igual de sólidos que los que
tienen los religiosos para sostener que existe‒, sino cualquier otra que
implique desafiar nuestros paradigmas y nuestros modelos mentales, como las que
a menudo nos acechan en materia de valores, de ética y de ideología, por
ejemplo. También, desde luego, causa angustia la necesidad o el deber de
adoptar decisiones que, en muchos casos, pueden implicar riesgos para fortunas
propias o ajenas, o para la subsistencia de decenas, cientos o miles de
personas. Y, como es obvio, los grandes líderes también son seres humanos.
Pero aun cuando en la Argentina casi no haya sido objeto de investigación por parte de periodistas o historiadores, vale aclarar que el hábito de consultar a especialistas en fenómenos paranormales estuvo y está bastante extendido entre dirigentes políticos y empresarios. De Hipólito Yrigoyen han afirmado algunos de sus biógrafos que en cierta época frecuentó el centro espiritista que rendía homenaje a Pancho Sierra (un exestudiante de medicina que ganó fama de realizar curaciones milagrosas en el siglo XIX) y que alguna vez consultó a su principal discípula, María Salomé Loredo, más conocida como Madre María. Hipólito Jesús Paz, quien fue canciller entre 1949 y 1951, aseguró en sus Memorias que Juan Domingo Perón solía recurrir a un vidente llamado Mister Lock, a quien “protegía y admiraba” el ministro de Salud Pública de la época, Ramón Carrillo. Las consultas se interrumpieron cuando Evita, que no creía en brujas, fue terminante con Lock: “No vuelva más porque aquí la única que le lee el futuro al General soy yo”. Muerta Eva, Perón comenzó a conversar con frecuencia con el Hermano Lalo (Hilario Fernández, un español que dirigía la neoespiritista Escuela Científica Basilio), y después, junto a su tercera esposa, María Estela Martínez, tendría brujo a tiempo completo con su primero custodio, luego mayordomo, más tarde secretario privado y por último superministro, José López Rega, célebre por sus extravagantes creencias y prácticas esotéricas.
Más acá en el tiempo, es más o menos conocido el caso de la mendocina Azucena Agüero Blanch, apodada La Bruja Latinoamericana del Poder, de quien se sabe que asesoró a Carlos Menem y a Diego Maradona, entre otros, y cuya historia fue reflejada alguna vez por el influyente diario estadounidense The New York Times. A comienzos de 2005 hubo un fugaz cruce mediático –y hasta un reto a duelo– entre Manuel Salazar y Raúl Córdoba, quienes juraban que eran, respectivamente, los brujos de los presidentes Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Y en diciembre de 2012, el diario La Nación aseguró que el jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló, solía “visitar con frecuencia a Beatriz, una tarotista de Villa del Parque”.
Fuera de la Argentina, en Perú, mientras se llevaba adelante uno de los juicios al expresidente Alberto Fujimori, en 2009, tenía asistencia perfecta en primera fila una anciana llamada Salomé Ybargüen, de quien se decía que era la bruja del acusado. Por las dudas, el fiscal adjunto, Avelino Guillén, colocaba un vaso de agua bajo su escritorio “para alejar las malas vibras” y Gloria Cano, una de las abogadas de la demanda, llevaba siempre “una pulsera de cuarzo contra el daño”. Y el 7 de febrero de 2012, en una de las varias noticias que publicó en su sitio web para informar sobre la muerte de Rosita Chung, conocida como La Brujita Blanca o La Brujita de Chollywood (como llaman los peruanos a su farándula), el tradicional y conservador diario limeño El Comercio afirmó que era “la vidente preferida de Fujimori”, que le había predicho a Alejandro Toledo que ganaría las elecciones presidenciales de 2001 –cosa que efectivamente sucedió– y que a la actual vicepresidenta, Marisol Espinoza, le había augurado “un gran futuro en la política” cuando aún trabajaba como periodista.
Asimismo, en su libro Los brujos del poder, publicado en 2008, el periodista José Gil Olmos sostiene que desde el mandato de José López Portillo (1976-82) en adelante, todos los presidentes de México recurrieron al asesoramiento de videntes y adivinos. Los presidentes y también alguna primera dama, si es cierto, como afirma el autor, que Marta Sahagún utilizó los servicios de numerosos brujos, chamanes y santones cubanos para lograr un hechizo que le permitiera casarse con Vicente Fox, cosa que ocurrió en 2001, cuando él llevaba un año en el gobierno. La receta incluía una pócima que Marta mezclaba en el café, el jugo o el agua que bebía Fox. Según Gil Olmos, una vez logrado el objetivo, la señora convirtió la residencia presidencial de Los Pinos en un centro ceremonial donde se practicaban las artes de la adivinación y todo tipo de variantes de brujería, astrología, cartomancia y otras artes esotéricas.
Por otra parte, y tal como señaló hace algunos años un artículo de la prestigiosa publicación estadounidense The Conference Board Review, no es un secreto que cada vez más ejecutivos consultan con videntes las decisiones que están a punto de tomar. Y la revista Newsweek –la original, la estadounidense– también publicó una nota sobre Laura Day, una de las más famosas augures del mundo corporativo, que se vanagloriaba de haber evitado que un financista de Wall Street perdiera una cifra multimillonaria en un contrato de futuros de petróleo.
* * * * *
Esta nota fue reproducida por el diario mendocino MDZ Online:
http://www.mdzol.com/opinion/579027/
Pero aun cuando en la Argentina casi no haya sido objeto de investigación por parte de periodistas o historiadores, vale aclarar que el hábito de consultar a especialistas en fenómenos paranormales estuvo y está bastante extendido entre dirigentes políticos y empresarios. De Hipólito Yrigoyen han afirmado algunos de sus biógrafos que en cierta época frecuentó el centro espiritista que rendía homenaje a Pancho Sierra (un exestudiante de medicina que ganó fama de realizar curaciones milagrosas en el siglo XIX) y que alguna vez consultó a su principal discípula, María Salomé Loredo, más conocida como Madre María. Hipólito Jesús Paz, quien fue canciller entre 1949 y 1951, aseguró en sus Memorias que Juan Domingo Perón solía recurrir a un vidente llamado Mister Lock, a quien “protegía y admiraba” el ministro de Salud Pública de la época, Ramón Carrillo. Las consultas se interrumpieron cuando Evita, que no creía en brujas, fue terminante con Lock: “No vuelva más porque aquí la única que le lee el futuro al General soy yo”. Muerta Eva, Perón comenzó a conversar con frecuencia con el Hermano Lalo (Hilario Fernández, un español que dirigía la neoespiritista Escuela Científica Basilio), y después, junto a su tercera esposa, María Estela Martínez, tendría brujo a tiempo completo con su primero custodio, luego mayordomo, más tarde secretario privado y por último superministro, José López Rega, célebre por sus extravagantes creencias y prácticas esotéricas.
Más acá en el tiempo, es más o menos conocido el caso de la mendocina Azucena Agüero Blanch, apodada La Bruja Latinoamericana del Poder, de quien se sabe que asesoró a Carlos Menem y a Diego Maradona, entre otros, y cuya historia fue reflejada alguna vez por el influyente diario estadounidense The New York Times. A comienzos de 2005 hubo un fugaz cruce mediático –y hasta un reto a duelo– entre Manuel Salazar y Raúl Córdoba, quienes juraban que eran, respectivamente, los brujos de los presidentes Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Y en diciembre de 2012, el diario La Nación aseguró que el jefe de la CGT oficialista, Antonio Caló, solía “visitar con frecuencia a Beatriz, una tarotista de Villa del Parque”.
Fuera de la Argentina, en Perú, mientras se llevaba adelante uno de los juicios al expresidente Alberto Fujimori, en 2009, tenía asistencia perfecta en primera fila una anciana llamada Salomé Ybargüen, de quien se decía que era la bruja del acusado. Por las dudas, el fiscal adjunto, Avelino Guillén, colocaba un vaso de agua bajo su escritorio “para alejar las malas vibras” y Gloria Cano, una de las abogadas de la demanda, llevaba siempre “una pulsera de cuarzo contra el daño”. Y el 7 de febrero de 2012, en una de las varias noticias que publicó en su sitio web para informar sobre la muerte de Rosita Chung, conocida como La Brujita Blanca o La Brujita de Chollywood (como llaman los peruanos a su farándula), el tradicional y conservador diario limeño El Comercio afirmó que era “la vidente preferida de Fujimori”, que le había predicho a Alejandro Toledo que ganaría las elecciones presidenciales de 2001 –cosa que efectivamente sucedió– y que a la actual vicepresidenta, Marisol Espinoza, le había augurado “un gran futuro en la política” cuando aún trabajaba como periodista.
Asimismo, en su libro Los brujos del poder, publicado en 2008, el periodista José Gil Olmos sostiene que desde el mandato de José López Portillo (1976-82) en adelante, todos los presidentes de México recurrieron al asesoramiento de videntes y adivinos. Los presidentes y también alguna primera dama, si es cierto, como afirma el autor, que Marta Sahagún utilizó los servicios de numerosos brujos, chamanes y santones cubanos para lograr un hechizo que le permitiera casarse con Vicente Fox, cosa que ocurrió en 2001, cuando él llevaba un año en el gobierno. La receta incluía una pócima que Marta mezclaba en el café, el jugo o el agua que bebía Fox. Según Gil Olmos, una vez logrado el objetivo, la señora convirtió la residencia presidencial de Los Pinos en un centro ceremonial donde se practicaban las artes de la adivinación y todo tipo de variantes de brujería, astrología, cartomancia y otras artes esotéricas.
Por otra parte, y tal como señaló hace algunos años un artículo de la prestigiosa publicación estadounidense The Conference Board Review, no es un secreto que cada vez más ejecutivos consultan con videntes las decisiones que están a punto de tomar. Y la revista Newsweek –la original, la estadounidense– también publicó una nota sobre Laura Day, una de las más famosas augures del mundo corporativo, que se vanagloriaba de haber evitado que un financista de Wall Street perdiera una cifra multimillonaria en un contrato de futuros de petróleo.
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Esta nota fue reproducida por el diario mendocino MDZ Online:
http://www.mdzol.com/opinion/579027/
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